miércoles, 3 de agosto de 2011

"¿Y qué, si hay que declinar?": El valor de aprender a traducir latín.

Latinistas y helenistas estamos acostumbrados a resistir como Leónidas en las Termópilas a continuos ataques que tachan nuestra dedicación de inútil o atrasada en el tiempo con el manido argumento de que Latín y Griego no sirven para nada hoy día, y mucho menos su estudio en secundaria.
Como alguien que se dedica a la educación me resulta francamente frustrante que poco a poco aquellas asignaturas que de forma más intensa se acerca al estudio del origen de las cosas y de las palabras, en definitiva, del origen de nuestra principal vía de comunicación, se hayan podido convertir en algunos casos, por la irresponsabilidad de propios y el poco saber de extraños, en horas de perdición donde la única expectativa por parte del alumnado parece ser la de entretener con documentales o películas de dudosísima calidad.
A la machacada y universal frase de "hoy de relax, ponnos una peli" hay que sumar la inconsciencia de algunos adultos que consideran absurdo que un niño o niña "se pase declinando todo el día". La aparente cortedad de miras que se encuentra tras este mensaje es comparable a la absurdez de no querer que un alumno o alumna estudie matemáticas, porque "total, para hacer cuentas todo el año...". Todo ello, como mínimo, es una muestra escandalosamente usual de "esquemas reducidos". Pues eso: que no se puede considerar al Latín sólo un ejercicio de declinar, como tampoco las Matemáticas consisten sólo en operar, ni el Dibujo Artístico sólo en "pintar y colorear".
Concreto: la ofensa radica en juzgar como inútiles las áreas de Latín y Griego, con alevosía, desde fuera, sin saber que tras la solución de un ejercicio de traducción o retroversión se esconden complejos razonamientos sintácticos, morfológicos, léxicos y, en Griego sobre todo, también fonéticos, inevitables para la resolución de un ejercicio que, además, necesita de ciertos conocimientos culturales e históricos que, sin tener clara su aplicabilidad inmediata, sí fomenta, sin lugar a dudas, todas aquellas destrezas que sirven para moverse con soltura, corrección y rigurosidad dentro de la sociedad europea en la que se vive, pues sabrá interpretar mucho mejor algunos ingredientes que forman parte de su propia identidad artística, lingüística, social, política y, como no, moral, mejorando el sentido crítico a todos esos niveles. Roma y Grecia son mucho más que una curiosidad o meros referentes carnavalescos de fiestas populares.
Ante un texto latino o griego, por muy simple que sea, el traductor, en este caso el alumno o alumna, debe inevitablemente hacer un análisis individual de cada palabra y elaborar una rápida relación de posibilidades: tipo de palabra, significado, función sintáctica, concordancias, etc. De todo ese listado de posibilidades toca escoger la opción correcta. Ésta dependerá del conjunto de palabras que aparezcan a su alrededor, las cuales, como no, han de ser diseccionadas en los mismos términos. En definitiva, un puzzle que se va resolviendo poco a poco gracias a la capacidad de memorización y relación de unos datos gramaticales, históricos y literarios previamente dados.
Nadie nos va a pedir por la calle traducir una frase latina o griega (¿o sí podría ocurrir?), pero las destrezas que se aprenden son igualmente válidas que en otras áreas. Los docentes utilizamos siempre ejemplos, paradigmas y herramientas para impulsar a nuestros alumnos y alumnas en el desarrollo de esas destrezas que se han considerados útiles para su formación como hombres y mujeres de provecho. Huelga decir que al matemático no le interesa dónde se van a cruzar dos trenes que salen desde dos ciudades diferentes a distintas velocidades.
La vehemencia de este texto se explica por el amor que desde aquí sentimos por todo el mundo grecorromano, desde su origen hasta sus pervivencias en el mundo de hoy, pero pretende además mostrar que en algunas ocasiones nos sentimos insultados y, desde luego, indefensos, ante la administración y ante algunos que no se dan cuenta que si avanzamos sólo mirando al frente como animales de carga, nos podemos despeñar por los lados. El ser humano completo estudia en 360º, mira atrás, se proyecta hacia delante pero no olvida lo que tiene a su lado.
Editores, escritores, periodistas, restauradores y galeristas de arte, historiadores, traductores (de la lengua que sea), bibliotecarios, filósofos, filólogos...Todos necesitan de una formación humanística, y todos son necesarios dentro de una sociedad culta, formada... civilizada.