domingo, 11 de octubre de 2009

En mi muy humilde opinión...


Alejandro Amenábar nos ha presentado finalmente su proyecto de los últimos cuatro años. Ágora narra los episodios más resaltables de la vida de Hipatia, una filósofa y matemática de la Alejandría de finales del siglo IV d.C. Con su estreno se suceden las críticas. Aquí va una propia.

La película aporta una descripción bastante interesante del contexto social, cultural y religioso del Imperio Romano de Oriente, pero deja una ligera sensación de decepción en algunos aspectos.

  • Los personajes
Probablemente sea la propia Rachel Weisz la que más destaque de todo el elenco. Todos los rasgos característicos de la Hipatia que nos quiere describir Amenábar quedan perfectamente reflejados en su trabajo: devota de la ciencia, obsesionada con los cuerpos celestes... Sin embargo, hay algo que desluce: en un reparto de actores con rasgos inequívocamente mediterráneos, la palidez británica de la protagonista supone un obstáculo para imaginártela como una sabia egipcia.

Merece también una mención el veterano Michael Lonsdale (el inolvidable Abbone de El Nombre de la Rosa), bastante lucido como el envejecido Teón, padre de Hipatia.
Ya no se puede decir lo mismo del personaje de Orestes (un Oscar Isaac muy previsible y pasado de expresiones nada creíbles), cuya relación con Hipatia resulta cansina, pese a estar atestiguada por las fuentes históricas.
El papel del esclavo Davo (Max Minghella) puede resultar el más "peculiar". En su relación con Hipatia oscila entre la devoción más absoluta y el odio más acérrimo debido un insulto aislado al colectivo de los esclavos. Es cierto que la esclavitud no tardaría en desaparecer como estructura normalizada de la sociedad romana, pero su presencia en el Mundo Antiguo se pierde en la noche de los tiempos. Es bastante llamativo que por este sentimiento "pseudo-sindicalista" un esclavo se ofenda porque su ama lo insulte, por muy enamorado que esté de ella, algo que ya de por sí se antoja absurdo. Por otro lado, esa duda dogmática que le hace ser tan voluble la podemos ver también en la vida del propio Aurelio Agustín, quien , en su búsqueda incansable de respuesta al problema de la verdad, pasa de una escuela filosófica a otra sin que encuentre en ninguna una verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abraza el maniqueísmo creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría orientar su vida. Varios años siguió esta doctrina y solamente la abandonó después de hablar con el obispo Fausto. Ante tal decepción, se convenció de la imposibilidad de llegar a alcanzar la plena verdad, y por ello se hizo escéptico. Siglos después se convierte al cristianismo llegando a ser obispo de la ciudad de Hipona. Hoy se le conoce como San Agustín.
Bastante más brillante está Ashraf Barhom como el parabolano Amonio, gracias al cual puedes apreciar perfectamente lo fácilmente corrompible que puede llegar a ser un mensaje religioso, por mucho que sea de amor como es el cristiano. Con éste y con el personaje de Cirilo (Sammy Samir) Amenábar consigue hacer que nos cuestionemos el proceso de canonización de los primeros mártires cristianos.
  • El contexto
Mucho se ha comentado sobre el despliegue visual que hace Amenábar de la Alejandría del 391 d.C. Sin embargo, su continuo recurso al espacio y a los planos cenitales pueden llegar a desconcertar. Obviamente, es muy buena la intención de hacernos ver que, pese a lo que digan muchos dogmas religiosos, nuestro mundo es una pequeña mota en el espacio exterior. Con empezar y acabar en las estrellas hubiera sido suficiente. Me parece muy efectivo comenzar una película de romanos en el espacio exterior, desde luego. Es más, empezar a hablar del pasado de la humanidad desde el espacio recuerda mucho a una obra maestra como 2001: Odisea del espacio. Sin embargo, con tanto plano aéreo se corre el riesgo de que la ciudad antigua en cuestión no parezca más que una maqueta, como también sucede, de forma más exagerada, en Gladiator.
Lo más positivo de la película tiene que ver con la ambientación ideológica. Siempre que se habla de la historia de la filosofía antigua los profesores solemos comenzar por el paso del μύθος al λόγος, es decir, la evolución desde el pensamiento supersticioso al argumento e investigación racional.Ágora aborda de una forma muy acertada una evolución ideológica que, en última instancia, supondrá la entrada en el pensamiento medieval: el paso del λόγος a lo que podríamos llamar Θεού λόγος, es decir, del argumento científico a la "Palabra de Dios", que equivale al ocaso de la ciencia y la investigación ante la teología y la sumisión a Dios.
Sin embargo, esta evolución ideológica es fruto de la necesidad: la caída de los viejos ídolos, tan gráficamente representada con la toma de la Biblioteca de Alejandría por parte de los parabolanos, exige la llegada de otros nuevos. Mientras judíos y cristianos proponen los propios, es bastante interesante que Amenábar haya propuesto una Hipatía con un ídolo propio, fruto de una investigación personal: la elipse.
  • Resumen
Agora ha recibido la etiqueta de "película fría" o "plana", de hecho no hay ni una sóla concesión al amor entre los personajes. Pero, por otra parte, esto hace que Hipatia se ensalce más aún como una devota neoplatónica, resultando así más fiel al personaje histórico que nos describen algunas fuentes.
La película es una muy buena herramienta para poder descubrir algunos procesos históricos del mundo tardoantiguo. Y gana más aún si entendemos que, con esa motivación, Amenábar consigue dar en el clavo en una importante cantidad de detalles.